La herencia de Lucinda
- Mauricio Salgado
- 10 feb 2023
- 12 Min. de lectura
LA HERENCIA DE LUCINDA
Mauricio Salgado Castilla
Cuento publicado en cuatro entregas en la plataforma www.pantallazosnoticias.com y replicado en otras plataformas incluidas las de RCN Boyacá. Con más de 20,000 lectores.
El sol salió tímidamente entre las grises nubes, el frio todavía llenaba sus espacios, Carolina tomando con ambas manos su taza preferida, poco a poco sorbió el café caliente, este era un momento solo para ella, donde la monotonía de su vida era agradable, no tenía afán, era otro sábado donde los quehaceres de la casa era su única preocupación; siempre sufría escogiendo la vestimenta del día, era algo que la acompañaba desde los fines de semana cuando era niña, entre semana el usar el uniforme era fácil, no había nada que decidir, pero los fines de semana su mamá siempre objetaba lo que se pusiera, así lo hubiera comprado con ella, ¨te ves muy gorda cámbiate eso, recuerda que eres muy baja, esto lo hago por tu bien, no quiero que sufras, como yo¨; año tras año sin importar los esfuerzos que hacia no dejo ser ¨gorda¨ probo más dietas que revistas para mujeres, poco a poco fue perdiendo el gusto por ir de compras, repetía sus vestimentas mecánicamente, mirando por la ventana, por un momento su mente se dejó llevar más allá de las ventanas de los edificios vecinos, se veía en un sitio de película donde las mujeres siempre se ven bien, ya sea al despertarse o entrando a un restaurante donde las miradas de hombres y mujeres marcaban sus pasos dejando de comer mientras llegan a su asiento, su perfume llena de deseos el ambiente, su ¨vuelo¨ fue interrumpido por el citófono que anuncio la llegada de una carta en entrega certificada, la sorpresa fue total, no recordaba la última carta, el logo del bufete de abogados la sorprendió aún más, en un papel blanco grueso le comentaban que su tía bisabuela Lucinda había muerto y que sería su heredera si cumplía una condición.
Estaban las instrucciones de viaje y los datos de un giro a su nombre con una suma de por sí considerable para ella, debía viajar ese mismo día; en su mente recordó el día que su papá la llevó por primera vez a la casa de su tía abuela, la verja de hierro formando figuras, la entrada terminaba en un amplio salón lleno de los cuadros más grandes que hubiera pensado podían existir, donde hermosas mujeres de otras épocas parecían mirarla a los ojos, terminaba en una amplia escalera que parecía interminable y que de la mano de su padre subió para ir al cuarto más grande que alguna vez hubiera visto, la señora mayor de alguna manera le pareció muy bonita, Carolina recordaba perfectamente las palabras de ella: ¨tu y yo algún día estaremos muy unidas¨; semanas después el papá le dijo que la tía Lucinda la había invitado a tomar té, solo a ella, Carolina abrió los ojos y pregunto emocionada ¿Cuándo vamos? De alguna manera se sentía atraída y segura con esa señora de manos arrugadas y miraba bondadosa, la tarde del té fue toda una experiencia que recordaba con frecuencia, lo habían tomado en un cuarto donde habían varios juegos de té en miniatura, Carolina había preparado el té siguiendo las indicaciones de la tía Lucinda, sirviendo una colección de galletas que parecían tomadas del mundo de las hadas, entre risas de complicidad habían jugado a las adivinanzas, Carolina se sentía conectada de una manera mágica con esa señora que entre sonrisas y mirada brillante le explicaba las cosas como si estuviera rebelando los secretos del universo, se sentía muy bien, segura no tenía temores por lo que decía, era como ser parte de uno de los cuentos que el papá en ocasiones le leía al acostarse; cuando los últimos rayos de luz daban paso a las sombras que se roban los colores, pero despiertan otras emociones, el papá paso por ella, salió llevando una caja de madera muy antigua que contenía el juego de té con las pequeñas tazas con borde dorado, después de ese día su familia cambió de ciudad y ella misma se había perdido contacto con esa señora que de tanto en tanto recordaba con dulzura; intrigada empacó en una pequeña maleta para volver en dos días.
El inmenso Mercedes Benz que la estaba esperando la hizo sentir cómo en un cuento, sensación que se acentuó al llegar a la enorme casa que servía de oficina; donde los altos árboles, ahora sin hojas por los vientos, indicaban lo vieja que era, en la puerta la esperaba una mujer divinamente vestida de una edad indefinida, subieron por la escalera que crujía debajo de la mullida alfombra, seis abogados la esperaban en una sala de juntas que respiraba sobriedad entre los anaqueles llenos de libros, tomo el asiento de cuero rojo gastado en una de las cabeceras y después de la ceremonia de presentaciones mientras le servían café con galletas, con cortesía el más canoso de ellos empezó a relatar el testamento, ella no prestaba tanta atención a los bienes que enumeraba, estaba muy intrigada por la condición del testamento, ella no se había destacado en prácticamente nada en su vida, en el estudio y en el trabajo era una cumplidora juiciosa de su trabajo sin destacarse, entonces ¿Por qué esa señora ahora la había escogido? Y más si el abogado le recordaba que tenía primas listas para seguir en el proceso si ella no cumplía la condición, entre esas María, que aún después de tantos años le parecía ver sus ojazos verdes con un pelo dorado y una sonrisa que atraía desde pequeña a todos los niños y era la envidia de las otras niñas; finalmente llegó a la condición, antes de leerla otro de los abogados recordó que ese bufete había manejado los bienes de las mujeres de la familia mucho antes que la tía bisabuela Lucinda fuera la heredera, que en esa sala en el mismo asiento que ella estaba ahora varias de las herederas de la familia habían estado en su misma situación, un escalofrió le recorrido la espalda haciendo que la tasa de café temblara levemente . Carolina no sabía que tanto se podía sorprender, ¨debes estar en la casa de tu tía bisabuela por espacio de 15 días durmiendo en uno de los cuartos del tercer piso, por ningún motivo puede pedir que se retire alguno de los muebles de cuarto, sí antes de los quince días se retira, la herencia pasara a su prima segunda, María¨; se sintió encoger en el mullido asiento de cuero, ¿Cómo podía ella competir con quien ahora debería ser una muy bella mujer? ¿Qué tan difícil seria estar en esos días? ¿Qué destrezas le exigirían? Casi que dice que prefería quedarse con el dinero que le entregaron y devolverse a su vida segura, pero antes de poder decir algo todos se levantaron y uno de los abogados que no había hablado cortésmente la invito a salir para la casa, ella lo siguió como autómata, en el carro oía las palabras del abogado cómo si no hablara con ella, las palabras amables y muy respetuosas no parecían para ella, la trataba con la deferencia de una mujer muy importante, algo totalmente nuevo, llegó a pensar ¨qué buen sueño, ojala no despierte¨. En la entrada de la casa, que ahora le pareció más grande que cuando estuvo a sus siete años, la esperaban el mayordomo y los otros servidores que parecían de otra era, las casi reverencias la hacían sentir muy rara, el abogado seguido por el mayordomo la condujo hasta el tercer piso que parecía más una buhardilla parisina que a un cuarto, al abrir la puerta se sintió que hace mucho tiempo nadie había entrado, pero todo estaba extrañamente impecable, aunque todo era de otra época, lo único de ahora el jarrón lleno de flores cuyo aroma invitaba a seguir, por un momento se acordó de su pequeña maleta que llevaba ceremonialmente el mayordomo, no tenía ropa para tantos días, el mayordomo como leyéndole la mente, abrió un inmenso closet, diciendo, todo lo que necesita está aquí, todo es de su talla, ¿Cómo podía saber su talla si a ella misma le costaba mucho trabajo encontrar ropa? Las compras de ropa no eran momentos agradables para ella. Con un gesto el abogado le indicó al mayordomo que descubriera un alto mueble, ¨este debe permanecer destapado por lo menos los quince días¨ ella vió un inmenso espejo, cómo los odiaba, en su casa solo había uno pequeño en el baño, pero cuando salía de la casa se la pasaba mirando su reflejo en todos los vidrios, aún en los charcos de agua después de los aguaceros, cada reflejo le generaban reproches, ¨tal vez si fuera más flaca, tal vez si tuviera más pechos, tal vez si fuera mona, tal vez si fuera más alta¨ en una ocasión averiguó por el proceso para alargar las piernas y aunque le advirtieron lo doloroso que es el proceso, ella pensó que si tuviera el dinero lo haría, una sonrisa esbozó al pensar que ahora lo podría hacer en sus pechos, su vientre y sus ojos, ahora podría ser otra, podría ser la mujer que su mamá quería que fuera, tal vez así sería finalmente aceptada, más animada oyó las palabras de despedida del abogado, y en segundos la puerta se cerró dejándola sola en ese ambiente iluminado por las luces multicolores que dejaban pasar el vitral de colores de la ventana que daba al jardín, era como un resumen de sus emociones, sentía tantas cosas a la vez, alegría, sorpresa, pero sobretodo temor, ¿Será que si podría cumplir con el requisito? O después de unos días volvería a su vida monótona, más que monótona aburrida, por un momento mirando por la ventana hacia el jardín lleno de flores y hacia lejos donde alcanzaba a ver las montañas, pensó que en ese sitio cualquiera sería feliz, su vida pareció por un instante tan lejos, pero tan lejos que o quería volver a él o no quería ser la Carolina del día de ayer…volviendo la mirada al cuarto, pensó, ojalá hubiera oído lo que el abogado dijo, ¿Ahora qué tenía que hacer? A ella siempre le habían dicho lo que tenía que hacer, recorrió la mirada hasta que encontró el espejo en un rincón, era como si la llamara, pero se movió por la habitación sin dejarse ver, fácil debía quedarse por ahí sin dejarse ver por 15 días y luego ya podría hacer lo que quería, con más confianza, empezó a recorrer la inmensa habitación, encima de una mesa encontró un sobre con su nombre, en tinta verde, la abrió con sobresalto, ¿El abogado lo habría mencionado? La letra era impecable miró la firma y decía, tu tía Lucinda; sorprendida empezó a leer, el tono era muy afectuoso, lleno de expresiones de cariño, cómo si hubiera estado cerca de ella, como si hubieran tomado el té más de una vez, y sonriendo pensando lo agradable que había sido esa tarde, empezó a leer, se encontró con alguien que al fin la entendía, Lucinda narraba cómo ella por años no se sentía bien consigo misma, su figura no era de la mejores, sus amigas y sus primas todas eran más lindas, tenían mejores novios, todo el mundo hablaba con admiración de ellas, mientras que a Lucinda la trataban de pobrecita, Carolina sintió que hablaba de ella misma, ¿Cuándo Lucinda había cambiado tanto? Recordando el inmenso cuadro de la escalera, que mostraba una muy atractiva mujer con una sonrisa de total satisfacción, las palabras en verde la fueron transportando a un mundo que compartían, era como si caminaran juntas y de tanto en tanto compartían un pequeño secreto que las hacía reír para envidia de los que las veían, se sintió como si siempre hubieran sido amigas, recordó cuando su nueva mejor amiga le dijo ¨tu y yo seremos un día muy unidas¨ las horas trascurrían y recordó del cordón para llamar al mayordomo, lo tiró y acto seguido llegó una suculenta comida, que sin creerlo la tomó como si fuera su última comida, ella siempre se frenaba para comer, pero después de una tarde de lectura de emocionantes aventuras nada la podía hacer sentir mal, se acostó vestida cómo estaba y sin pensarlo se durmió; la noche estuvo llena de sueños donde ella se veía en unos momentos como Lucinda, bella, atractiva, sonriente y en otros momentos se veía cómo ella se veía ahora, o cómo detestaba verse, solo se despertó cuando los primeros rayos del sol fueron convertidos por el vitral y su cuarto se llenó de luces multicolores. Cuando se levantó el cuarto estaba en orden, las bandejas habían desaparecido y la carta estaba sobre la mesa en su sobre ¿A qué hora la guardó? Miro de reojo el espejo y por un momento quiso ir a verse, nunca había sentido eso, tal vez sería el sueño, se acercó y empezó a alargar un pie tratando de ver solo ese reflejo, su pie era diferente, alargó su mano y se veía diferente, asustada dejó de hacerlo, después de un largo baño en la tina, buscó un vestido en el closet y para su sorpresa todos le gustaron, se vistió despacio gozando cada sonido de los broches, se deslizo en el vestido cómo si se preparara para visitar el mismo emperador de la china milenaria, los zapatos parecían hechos a su medida, quería bailar, definitivamente se sentía muy bien, abrió confiada la puerta y bajó las escaleras casi a saltos y llena de emoción entró al comedor y con una cara que despedía destellos se sentó a la mesa, el mayordomo que la esperaba mágicamente, la saludó con una amplia sonrisa que la hizo vibrar en todo su cuerpo cómo nunca antes lo había experimentado; al terminar el desayuno, se aventuró a salir al jardín sin siquiera pensar si era permitido, empezó a caminar, por el camino de la finca, se cruzó con varias personas que la saludaban con mucho respeto y admiración, lo mismo que sintió con el mayordomo, se sintió vibrar, caminó hasta casi desfallecer, viendo cada flor, persiguiendo cada jilguero, volvió con esfuerzo, pero con ánimos a la casa para encontrarse un delicioso almuerzo, subió al cuarto que ahora la hacía sentir muy bien, se acercó al espejo y asomó un solo ojo, el reflejo la hizo retroceder, ese no podía ser su ojo, el reflejo se veía tan bien, miraba con altivez, con seguridad, era muy bonito, sin atreverse otra vez, buscó la carta de Lucinda, tal vez en las letras estarían las razones de esos cambios, siguió leyendo, ¨Yo era insegura, me sentía fea y poca cosa, hasta que mi tía anciana me dejó la herencia que ahora te dejo a ti¨ Carolina pensó que seguramente había gastado una fortuna para convertirse en la bella mujer que recordaba la pintura de la escalera.
Estuve un largo tiempo en el mismo cuarto en que tu estás ahora, leyendo las letras en verde, que simbolizan la armonía, la tranquilidad y la seguridad, que me había dejado una tía que solo había visto en unas pocas ocasiones, pero que me causó una imperdible conexión que ahora comparto contigo, Carolina sintió erizar los invisibles pelitos de sus brazos, por un momento sintió que conocía muy bien a la tía Lucinda, ¨pasé varios días sin acercarme al espejo, de por si odiaba lo que mostraba de mí, Carolina se levantó casi temblando y se acercó con cautela al espejo, empezó a caminar de lado mirando de reojo el reflejo, en dos pasos atravesó el espejo y sorprendida ¨vio¨ un reflejo que no era ella, un reflejo que le gustó, sin prisa se acercó y de frente miró, lo único que reconoció fue su cara de sorprendida, el cuerpo era de una mujer de admirar, que atractiva era, en ropa interior sus piernas se veían magnificas, sus pechos deliciosos, los apretó con sus manos para sentir que eran de ella, sus caderas eran de una mujer que todos desean, se miró de lado a lado, y a cada momento se veía mejor, se sentía mejor, después de un largo rato, con una sonrisa que rivalizaba con las luces multicolores que se aventuraban a compartir sus emociones, empezó a desvestirse delante del espejo, la rica ropa interior no podía ser responsable de una transformación tan radical, a medida que las suaves telas envueltas en encaje caían al piso, la mujer del espejo rio y rio por un buen rato, el baile sinuoso, la llenó de energía y deseos de vivir, era cómo si solo hasta ahora recibiera la noticia de la herencia, ¡Ese espejo era la verdadera herencia! No había dinero que comprara lo que estaba sintiendo, solo cuando estuvo muy cansada se atrevió a dejar el espejo, ¿Sería que si ya no se veía volvía a hacer la otra? Se vistió y bajó a comer con algo de temor y con algo de emoción, ¿Cómo la verían el mayordomo y los otros sirvientes? ¿Cuál sería la magia del espejo? ¿Qué tan antiguo sería? La mirada en la cara del mayordomo le dijo todo, era la de los hombres tienen cuando ven a una bella mujer; segura de sí misma abrió la puerta de la cocina quería que la vieran, el saludo cordial lleno de sonrisas, le dijo que se veía diferente…
A la mañana siguiente, se levantó con algo de temor, ¿y si todo fuera pasajero? Y si todo fuera un sueño, se acercó al espejo con inseguridad al principio, pero lo que vio le devolvió la sonrisa, prefirió desayunar en el cuarto, quería seguir leyendo la carta, ¨algunos dicen que es un espejo mágico, otros dicen que es un espejo común, que la magia la tienen las mujeres que se han visto en él, el espejo les da la virtud de diferenciar entre las mujeres lindas y las verdaderamente bellas, para este momento ya te habrás sentido tu misma, los espejos no cambian a las personas¨. Ella confiada se acercó al espejo y lo que vio la hizo sonreír, ¡Qué bella mujer era! Siguió leyendo las últimas frases de la carta, ahora podrás disfrutar de tu herencia y algún día conocerás una niña verdaderamente bella a quien dejarle tu herencia; el poder que tenemos es la capacidad de ver la verdadera belleza, muchos solo pueden ver las bonitas, yo fui inmensamente feliz, tuve a mi lado un hombre maravilloso y aunque no tuvimos hijos siempre estuve rodeada de amor, cómo el tuyo me acompañó desde el día que tomamos te en esas pequeñas tasas con borde de oro…
Al regreso del abogado, no podía creer que fuera la misma mujer insegura que solo dos semanas atrás había llevado, ahora lo recibió cómo dueña con una seguridad que no escondía su sonrisa. Le reiteró que seguiría usando los servicios del bufete, firmó los documentos y se dirigió a su gran cuarto del segundo piso, después de tapar el espejo en la buhardilla.

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